top of page

Público y privado como trama y urdimbre


En la actualidad, con el avance de las tecnologías digitales de la información el objeto que nos acompaña día y noche es el teléfono inteligente, él nos ofrece estar al tanto de todo o casi todo. Nuestra relación con él se basa en el reflejo y la transparencia, en él no vemos un objeto en concreto, vemos nuestro reflejo, todo lo que apreciamos en él nos habla de nosotros, no hay una relación con un otro, sino, con nosotros mismos. Quizá, por ello, logró reemplazar a muchos de los otros objetos que utilizábamos, a los que hemos dejado olvidados y quietos en algún rincón de la casa y, por eso, es muy difícil que las cosas, sobre todo las artesanales, nos generen una verdadera necesidad utilitaria. Sin embargo, aún puede existir cierta relación afectiva hacia las cosas. Después de todo, desde siempre y a través de ellas, nos hemos podido relacionar con el mundo.


Melissa Narváez Naranjo posee un objeto desde hace mucho tiempo y, esta vez, vio la ocasión de hacer algo por él. Se trata de un viejo taburete de madera al que lo revistió con un tejido colorido. Ese pequeño gesto para con el objeto demuestra el afecto que pueden generar las cosas en los seres humanos; un afecto construido a través del tiempo pues, revestir un taburete con tejido requiere invertir horas de trabajo minucioso, horas de un trabajo no remunerado ni reconocido y, por lo mismo, parecido al tiempo que concedemos a los seres queridos sin esperar gesto similar de vuelta. Dicho acto de generosidad se vuelve más evidente cuando éste se lo realiza hacia una cosa, pues, de antemano sabemos, que ellas, las cosas, no puede conmoverse.






Más tarde, su afición por el tejido la llevó a utilizarlo como instrumento crítico. Había que salir a la calle con él, pero, al hacerlo, ésta le reveló un peligro que ya no debía estar ahí. Seguía vivo aquel rumor de antaño que promulgaba al tejer como una actividad femenina y doméstica, alejada de un espacio público y masculino. Observó que lo privado y lo público, como trama y urdimbre, entretejían un discurso conveniente para mantener roles definidos y estancos, insinuando que el lugar de la mujer era al interior de la casa, donde sus actividades jamás fueron consideradas productivas, dedicadas a mantener un espacio, supuestamente, acogedor, suave y cálido como la lana que se teje punto a punto, minuto a minuto con una paciencia y monotonías interminables, como si la espera de Penélope nunca hubiera acabado. Todo ello, se sostenía por su opuesto eficazmente edificado; un exterior frío de asfalto, metal y ruido donde se construyen y arrebatan los discursos y territorios sociales. Pero ella sabía que ese viejo rumor, aunque vivo aún, sólo era el discurso trasnochado de la clase burguesa. Pero, sabía también que los discursos de esa clase, desde siempre, han sabido amoldarse y vestirse de acuerdo a la ocasión, zurciendo las conciencias de todo individuo, condicionando sus anhelos, prácticas y luchas y, por tanto, haciendo que la realidad también forme parte de su propiedad privada. Supo entonces que debía destejer esos remiendos históricos con su propia trama y urdimbre, revistiendo a las cosas con otro significado y, por tanto, cambiando punto a punto esa realidad exterior.









123 visualizaciones

Entradas recientes

Ver todo

RelaTola

bottom of page